por Elisa Benavides y Mariana Hernandez-Burg

Este octubre de 2017 el Concejo Indígena de Gobierno (CIG), así como “los pueblos que integran el Congreso Nacional Indígena”, celebraron en las instalaciones de CIDECI-Uni-Tierra, Chiapas, su “asamblea nacional de trabajo” los días 12, 13 y 19. (https://actividadesdelcigysuvocera.blogspot.mx/2017/10/gira-del-concejo-indigena-de-gobierno.html#more). Algunos de los integrantes de la Red de Solidaridad con México acompañamos todo el recorrido, que intentamos narrar aqui.

Muchos de los participantes comenzaron a llegar desde los días 10 y 11 de octubre a las instalaciones de CIDECI, el día 12 se instalaron mesas de trabajo por temáticas tales como: “Jóvenes”, “Territorio”, “Migrantes”, y el 13 se realizó la sesión plenaria.  El mismo día 13, después de atender el “calendario de los de arriba” (https://subversiones.org/archivos/130340), es decir, un trámite del Instituto Federal Electoral, la caravana del CNI salió rumbo al municipio de Margaritas. Ya tarde se pernoctó en esa población, a unos 100 Kilómetros de San Cristóbal.

Generalmente el viaje en automóvil entre San Cristóbal y Margaritas se hace en alrededor de 2 horas, pero con más de una decena de autobuses y otros tantos vehículos chicos, los tiempos de recorrido se duplicaron. Esta sería la tónica de los traslados durante toda la marcha. Dificultades mecánicas, saludos, esperar a los rezagados que necesitaban usar los baños o comer, inclusive el hecho de que algún chofer estaba harto de su trabajo y amenazaba con abandonarlo, el caso es que las jornadas de carretera eran largas, algunas de 10 horas, o más, de camino. En Margaritas nos fuimos a dormir cerca de la media noche, reconfortados por una cena caliente que ofreció un colectivo solidario de esa población, junto con el espacio que tenían.

A partir del día 14, y hasta el 19, una impresionante serie de movilizaciones y actos públicos se organizaron en territorio zapatista “como saludo” al CIG. Durante el traslado mismo a Guadalupe Tepeyac, nos enteremos muy pronto que estábamos en territorio rebelde. Dos motocicletas manejadas por jóvenes (hombres y mujeres con las siglas “EMZ” en la camisa: “Escuadrón Motorizado Zapatista”) comenzaron a acompañar el vehículo de la vocera. Pronto se les sumaron otras dos motocicletas, y otras dos, y otras dos… y así, rodeando todos los vehículos que encabezaban la marcha, como si los abrazaran. A las motocicletas se les sumó  la caballería de verdad, es decir, caballos con sus jinetes.  Para mayores detalles y fotografías, visite la página:  (http://enlacezapatista.ezln.org.mx/)

El frío y la humedad de San Cristóbal quedaron atrás, en Guadalupe brillaba el sol y el ambiente no podía ser más cálido y animado. No solamente porque esta población está apenas un poco por encima de los 700 msnm (metros sobre el nivel del mar), contra los más de 2 000 del Valle de Jovel, sino porque, a pesar del dolor y la rabia que le agobian por el asesinato impune del maestro Galeano, se adivinaban miradas de esperanza atrás de los pasamontañas. Esperanza y alegría al imprimir un nuevo impulso a la lucha que han decidido seguir por vía pacífica, aunque sin entregar las armas.

El protagonismo de la generación que nació con el alzamiento fué una de las características de todo el recorrido, pero comenzó a hacerse patente en Guadalupe. Miles de jóvenes zapatistas se encargaron de casi todo: resolver problemas en los traslados, repartir agua, asignar camas, atender enfermos, organizar las recepciones, hacer fotos, recuperar maletas olvidadas, garantizar el orden y la seguridad. Miles de jóvenes (y “jóvenas” como dicen ellos) corriendo loma arriba, nada más por puro gusto, en cada cambio de guardia. Pero sobre todo, eran las “jóvenas” quienes conducían las actividades políticas y culturales cuidadosamente preparadas. Para dejar en claro que habían nacido algo después de comenzado el milenio, bailaban hasta el amanecer una vez cumplidas sus tareas.

Eran “jóvenas” las “maestras de ceremonias” en cada uno de los actos político culturales que se llevaron a cabo. También eran mujeres la gran mayoría de participantes en las actividades culturales: bailes, poesía, canciones, diferentes modalidades de teatro… aunque hubo algunos hombres tocando instrumentos musicales, llevando recados o cargando piezas de la escenografía..

Esa fue la otra característica de la recepción al CIG y a su vocera: el EZLN y sus bases de apoyo sólo animaron a subir al escenario a mujeres, especialmente para ocuparse de las actividades propiamente “políticas.” En los actos públicos hablaron Comandantas que forman parte de la Comandancia General del Ejército Zapatista, mujeres miembros de las Juntas de Buen Gobierno, así como otras participantes en diversas comisiones, pero siempre mujeres. Los escenarios utilizados para la presentación del CIG y su vocera en los cinco Caracoles y Palenque eran amplios, pero se priorizó la visibilización de las mujeres. El CIG está conformado por concejales y concejalas, y acompañaba en pleno a su vocera,  pero a las concejalas se les ofrecieron las sillas de adelante. La propia conducción de los miembros del CIG por territorio zapatista básicamente estuvo a cargo de mujeres de todas las edades, que les trasmitían sus experiencias, recomendaciones, y afecto. Muchos de los discursos en: (http://radiozapatista.org/?p=23254)

Al Caracol de Morelia, a unos minutos de distancia de Altamirano, llegamos el día 15. Casi todo en este Caracol fue reconstruido para la ocasión, pues los zapatistas de la zona temían que el espacio de que disponían no bastara. Me cuesta calcular la cantidad de dinero y tiempo de trabajo que les costó preparar lugar para 27 mil personas. Ellos lo simplificaron diciendo que fueron: “20 años de trabajo en colectivo”. No obstante, durante la bienvenida, la Junta de Buen Gobierno “Corazón del Arcoiris de la Esperanza” de la zona Tzot’z Choj se disculpó por “no dar un alojamiento cómodo, una alimentación mejor o un mejor servicio.”

Una gigantesca explanada rodeada de construcciones para alojar a los visitantes, lugares para la prensa, clínica, tiendas de cooperativas, baños, y un imponente escenario que tapizaron de hojas de pino, ocupan terrenos que fueron parte de una finca expropiada. “Por allá estaba la casa del patrón”, contaba una de las Comandantas, de ahí huyó su padre con mujer e hijos harto de humillaciones. Ella era bebé, pero cuando creció alcanzó a conocer a la mujer del hacendado. La señora estaba muriendo y le pidió perdón por haberla maltratado, confundiéndola con su hermana mayor. Ella perdonó para aliviar la agonía… en ese momento de evocación la niebla parecía confundir los fantasmas del pasado con las amenazas del presente.

O quizás no. Poco después la intervención de la Comandanta Míriam puntualizaba que en el pasado los cerros no le interesaban a los patrones, por eso ahí se refugiaban los peones que huían, y ahí podían reconstruir su vida. Ahora se ha legislado para legalizar el despojo, advertía, con lo cual: “nos quieren quitar otra vez nuestras tierras y no sólo van a quitar las tierras buenas sino nos quieren quitar todo, absolutamente todo, hasta los cerros.”

En cada una de las poblaciones zapatistas se nota la cotidiana evocación de hechos históricos, la presencia continua de la memoria de los compañeros que han contribuido al esfuerzo de crear distintas instancias organizativas. No obstante la juventud de los organizadores, milicianos y bases de apoyo, la gratitud a quienes comenzaron el trabajo de organización se grita en consignas, y se escribe en los nombres de poblaciones, clínicas o escuelas.

Por lo demás, hay lugar para todos los tiempos en esos territorios: para la memoria que lucha, para el presente con la palabra de los 156 concejales y concejalas de 63 regiones indígenas del país, o para los “que querían asistir pero no pudieron llegar por cuestiones de salud u otras razones”. También se conjuga en futuro al hablar de sueños compartidos y de construir una propuesta. Y se atiende el futuro inmediato: una de las compañeras que hablaron en el evento, prácticamente bajó del estrado para dirigirse a una clínica zapatista donde daría a luz.

Las poblaciones a la orilla de la carretera en el viaje del Caracol de Morelia al de La Garrucha, en la profundidad de la selva, parecían habitadas unicamente por niños y unos pocos adultos que los cuidaban. Afuera de sus escuelas, o junto al camino, miraban pasar al contingente, aplaudían, saludaban y tomaban fotos con celulares.  En cambio, el Caracol estaba lleno de jóvenes y adultos. Aún así, como en el resto del recorrido, una vez que llegaba la caravana se acercaba aún más gente. Llamaban la atención algunos contingentes con grandes letreros de “Neutrales” apoyando a la vocera del CIG. Es decir, indígenas no zapatistas que se declaran partidarios del CNI.

Pasaba un poco de tiempo entre la llegada al Caracol, acomodar a las casi 200 personas que ocupaban el estrado, y esperar a los que venían en camino. Las maestras de ceremonias explicaban las razones de la demora, el orden de las actividades y de los discursos, que no era fijo. Pero no comenzaban las actividades programadas hasta que les avisaban que todos habían llegado. Todos los actos políticos incluían unas palabras de bienvenida por parte de una compañera de la Junta de Buen Gobierno del lugar, y un discurso de una de las Comandantes. A veces se cedía la palabra a Marichuy inmediatamente después de la bienvenida, a veces a la Comandante, o a otras mujeres: los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, familiares del maestro Galeano, sobrevivientes de Acteal, una de las madres de desaparecidos del colectivo Eureka, y siempre a las concejalas, especialmente aquellas cuyas comunidades enfrentan agresiones por parte de empresas mineras o de otros mega proyectos.

En La Garrucha se cedió muy pronto la palabra a la vocera, pero apenas ésta había saludado, comenzó a llover. Un aguacero fuerte, muy fuerte, que debe haber durado unas dos horas, pues no paró hasta el final del acto. Hacía calor, así que algunos periodistas se quitaron la camisa para lavarse un poco. El estrado tenía techo, pero el público no. Marichuy preguntó a las maestras de ceremonias que hacía, y ellas le animaron a seguir, ignorando el chubasco.  Nadie se movió de su sitio, pero todos (excepto los de seguridad) comenzaron a desplegar paraguas y grandes trozos de plástico, de forma que se formó un gran techo sostenido por los brazos de la audiencia.

Alguien bromeó diciendo que la lluvia formaba parte de la escenografía. Una muchacha de la zona respondió con una sonrisa diciendo que, la verdad, cuando preparaban el acto habían hablado de lo que harían si llovía, y que habían decidido “ir preparados”… es decir, pensé, dispuestos a mojarse. El discurso de Marichuy fue breve, el de la Comandancia un poco menos corto, pero después no era cosa de dejar de presentar los bailables, la música y la poesía tan cariñosamente preparados. En este punto los “neutrales” habían enrollado ya sus letreros, pero se mantenían cerca. Los zapatistas, una vez terminadas las danzas y la lluvia, bailaron hasta el amanecer.

El día 17 íbamos rumbo a Roberto Barrios, y poco antes de llegar hicimos una de esas paradas que se habían vuelto habituales para corregir el alargamiento de la columna de autobuses. De nuevo uno de los choferes aprovechó para quejarse e insistir en abandonar su trabajo o, por lo menos, irse directamente a Palenque. Quizá porque “Palenque” suena más turístico que “Roberto Barrios”. Se nos reuniría al día siguiente, prefiriendo el “noescafe” de las tiendas de conveniencia, en lugar del café orgánico, la “wacax” (vaca),  y el “tuluc” (pavo) que nos tenían preparados en el Caracol. Hubo que reacomodar maletas y amontonar pasajeros en otros autobuses o vehículos de los compañeros bases de apoyo. De manera que nos oscureció antes de que pudiéramos llegar a la oficina de la Junta y las instalaciones del Caracol zapatista, que nos esperaban con cohetes, flores, y lámparas de mano. Las presentaciones y discursos en el propio Caracol “que habla para todos” fueron breves, pues la mayoría se harían al día siguiente en la cabecera municipal de Palenque, y además, la cancha estaba lista para el baile de toda la noche.

La plaza central de Palenque estaba llena cuando llegamos el 18 por la mañana. El calor nos derretía (ahora estábamos apenas a unos 100 msnm), y los milicianos repartían botellas de agua, las de la Comandancia con popotes. Esta vez la audiencia no sería de bases de apoyo, era un acto abierto a todo público. Comenzaron las actividades culturales con artistas muy jóvenes de las comunidades, como en todas las presentaciones. Marichuy intervino primero con un informe acerca de los problemas que se presentan para registrar las firmas de apoyo necesarias para que su nombre aparezca en las boletas electorales, lo cual en la práctica reduce el tiempo disponible para cumplir el requisito. (https://www.congresonacionalindigena.org/2017/10/23/pronunciamiento-la-asociacion-civil-llego-la-hora-del-florecimiento-los-pueblos-sabotajes-obstaculizacion-la-obtencion-del-apoyo-ciudadano-maria-jesus-patric/)  Después, continuaron los discursos programados, el de la Comandancia abogando por un futuro para la madre tierra (https://actividadesdelcigysuvocera.blogspot.mx/2017/10/palabras-de-la-comandanta-amada-nombre.html).

Al igual que en los Caracoles, los contenidos de las presentaciones artísticas así como de los discursos eran claramente anti-capitalistas, pero nadie parecía sorprendido. De hecho, las risas y los aplausos no sonaban diferente, quizá más fuertes nada más.

De Palenque regresamos a dormir en CIDECI-UNITIERRA, medianoche para los autobuses con sus paradas a orinar y comprar comida; mucho más temprano para los vehículos pequeños de la caravana, que optaron por adelantar un poco a fin de evitar la niebla y la evidente hostilidad de los ganaderos de Ocosingo. Las compañeras de la zona Altos, con sus naguas de lana, sonreían con alivio mientras se dirigían a sus dormitorios. Al día siguiente podrían vestir sus trajes regionales completos, sin insolarse.

A pesar de que todo el recorrido había sido sorprendente y dejaba ver un impulso lleno de entusiasmo, Oventic mostraría que el poder de convocatoria que conservan los zapatistas debe superar la “pura curiosidad” mencionada en el discurso de bienvenida en Palenque. La asistencia en Oventic fue extraordinaria. La carretera de acceso llegó a estar prácticamente colapsada, y los vehículos estacionados a uno y otro lado de la misma se extendían por kilómetros.

Es cierto que todos estos eran actos abiertos al público y que, de hecho, es la primera vez en años que los Caracoles se abren de esa forma. Aún así, nadie recuerda una asistencia tan nutrida al Caracol de Oventic. De alguna forma en casi todas las palabras de bienvenida se recalcaba lo novedoso de la situación. Se agradecía la presencia del CNI, de los compañeros adherentes, de la prensa alternativa, “y de la de paga”, casi siempre rechazada.  La niebla, el pasamontañas de los Altos, se hizo presente durante toda la celebración, ya de por sí especialmente emotiva.

En un panorama político donde al 16 de octubre, 40 posibles candidatos independientes se habían registrado en el Instituto Federal Electoral, ?qué distingue a la de Marichuy de otras pre-candidaturas? Podrían mencionarse muchas características, pero estas notas sólo pretenden ser una crónica de su presentación en territorio zapatista. Sin embargo, vale intentar una respuesta con base en ideas que se repitieron a lo largo del recorrido, y que reiteró la Comandante Hortensia, en Oventic (https://actividadesdelcigysuvocera.blogspot.mx/2017/10/palabras-de-la-comandanta-hortencia.html):

“Para nosotros los y las zapatistas y muchos otros pueblos, la palabra y el oído y la mirada que valen son las del Concejo Indígena de Gobierno y su vocera María de Jesús Patricio Martínez, porque ella, y ellas y ellos no buscan el cargo.  Lo que buscan es llamar al pueblo de abajo a organizarse.

Así que no importa que gane o no gane la candidatura, o en las elecciones, porque los ricos y los malos gobiernos están muy acostumbrados de hacer trampas, de hacer fraudes y comprar votos para subir al poder.

Si te gustan los modos y mentiras de los partidos políticos, pues bueno.  Si no quieres votar, pues bueno.  Si te gustan los tricolores, los azules, los verdes, los amarillos, los cafés, o los que sean, pues bueno. Pero como quiera te decimos que tienes que organizar, porque lo que viene es más peor que como ahorita se sufre.”

Quiero terminar con algo que me llamó la atención en esa semana intensa. Muchas de las ideas que exponían en sus discursos las mujeres indígenas parecían resonar como un desarrollo de lo que la otra había dicho, aunque generalmente la que hablaba no había oído a las anteriores. Algunas no se conocían, se hablaban lenguas diferentes. La mayoría de ellas mencionó el machismo, la exclusión, y el sufrimiento a que como pobres y mujeres habían estado sometidas, lo cual no sorprende. Sin embargo, al final el centro de sus preocupaciones parecía ser el futuro del planeta y la sostenibilidad. Su esperanza, la voluntad de defenderla, de defenderse. Porque como dijo Marichuy: “Todos los pueblos indígenas somos uno solo con la tierra, nuestra madre.”